Luego de hacer sus deberes de ciencias, Merlettin se quedó pensando en el cielo… ¡Cómo le gustaría volar tan alto para poder tocar con sus manos las estrellas!
También estaba contento porque aprendió un montón de palabras nuevas ese día; por ejemplo planetas, galaxia, universo ¡Le llamaban mucho la atención!
Cuando su padre llegó del trabajo, Merlettin le preguntó cómo podía hacer para viajar al espacio, éste muy sorprendido le dijo que era un poquito complicado. Primero, el pequeño debía ser un astronauta.
¡A Merlettin le encantó la idea! Se puso a investigar y descubrió que si quería convertirse en un gran astronauta debía tener un traje espacial. Se fijó en fotografías para saber qué aspecto tenían los trajes y decidió que construiría uno con sus propias manos.
Tenía que armar un casco. Para hacerlo buscó un globo y sopló fuerte para que se infle y sea lo más grande posible, del tamaño de su cabeza. Una vez listo, juntó los diarios viejos que encontró en su hogar y le pidió a su mamá un vaso pequeño de plástico. En él, colocó todo el pegamento blanco que tenía de la escuela y con un pincel fue pintando alrededor del globo mientras le iba pegando pedazos de papel. Así fue añadiendo capa tras capa haciendo que el globo ya no pueda verse y luzca pesado y grueso.
Después de esperar un par de horas que el pegamento se seque, Merlettin utilizó un pequeño alfiler y pinchó el globo. Éste se quedó con la forma redonda como si no se hubiera desinflado y siguiera estando ahí dentro. Con una tijera hizo una abertura redonda bajo él para meter su cabeza y otra de forma rectangular en la parte delantera en donde estaría a la altura de sus ojos.
¡Ahora solo tenía que pintarlo de blanco y ya tenía listo un hermoso casco que le quedaba súper bien! Con un fibrón le añadió algunos detalles para definir el diseño.
Cuando su madre lo vió se llevó tal sorpresa porque pensó que un desconocido había entrado en la casa ¡No lo pudo reconocer! Merlettin se rió mucho de la situación y fue a mostrarle a su papá el resultado final de su casco ¡Él se puso muy orgulloso de su hijo!
Juntos pensaron en otra idea genial. Como Merlettin era muy pequeño para ser astronauta y viajar en el espacio, dijeron que lo mejor era practicar cómo se siente estar en el aire.
Fueron al parque más cercano y se subieron a una gran hamaca. Mientras el viento le soplaba la cara y el pequeño Merlettin sentía cosquillas en la panza cada vez que se hamacaba, se imaginó lo genial que sería cuando sea grande y pueda estar en el aire de verdad.
¡Mirar las estrellas de cerca y flotar en el espacio era el sueño más divertido que tenía en la mente en ese momento!
Mientras tanto, cuando llegara a su casa, tenía que ponerse manos a la obra para crear unos hermosos planetas y jugar que viajaba a través de ellos.
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